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David Romero
Toda publicación, de una revista o de un texto cualquiera, todo intento por materializar en un cuerpo visible unos enunciados particulares, atiende a la exterioridad inscriptiva dentro de la cual se cifran sus expectativas de sentido. De aquí se desprende también la incertidumbre que subyace al lanzamiento del “primer ejemplar”, incertidumbre, o más bien diríamos las especulaciones propias que se generan al interior de toda proyección discursiva en el momento de pensar su exteriorización, su circulación y su posible recepción por un grupo de lectores. Sujeto a las condiciones de la realidad contingente, toda producción escritural que contenga ciertos coeficientes de criticidad intenta vislumbrar o proyectar su horizonte inscriptivo, lo que no sostiene, por cierto, la falacia de que la intencionalidad autoral se muestre como único criterio para una interpretación válida del texto. De momento en que se fija el discurso, que se publica, se despliega su autonomía semántica, se lanza a la interpretación-confrontación de futuros receptores, aquí se depositan sus expectativas y también sus cavilaciones. Podríamos partir entonces con la siguiente pregunta: ¿qué fundamenta la existencia de la publicación que aquí nos convoca?, comenzar con este cuestionamiento indicaría en principio la consistencia crítica de esta revista al punto de problematizar su propia condición emergente, o acaso daría cuenta del extremo ánimo inquisitivo de sus realizadores. Puede ser, pero la verdad es que este cuestionamiento inicial nos lleva a la urgencia de otro tipo de connotaciones, y estas aluden, creo, al contexto enunciativo de la pregunta. Preguntarse por el fundamento de un texto, es preguntarse por su legitimidad, esto es, una puesta a prueba del discurso. En efecto, se trata aquí de abordar y cuestionar(se) legitimidades en un contexto en donde una serie movimientos y desplazamientos comienzan a articular un nuevo espacio referencial para la práctica artística en Concepción. Legitimaciones y deslegitimaciones, inclusiones y exclusiones, relaciones de fuerza que apremian la composición de una escena local, ya no endogámica ni autoreferente con respecto a sus ensoñaciones míticas, sino una escena abierta a la transferencia significante y a la revisión crítica de las fuentes historiográficas que sostienen su cuerpo representacional. En este sentido, la pugna por la autoridad de los discursos, aparece como un elemento clave a la hora de pensar la recomposición de la esfera artística penquista, y es en este contexto en donde el cuestionamiento de la propia necesidad inscriptiva cobra relevancia, en tanto patentiza, como escritura contingente, el trabajo crítico que conlleva toda reestructuración del imaginario representacional establecido, en la emergencia de una escena local que reclama especificidad y legitimidad.
Se trata entonces de tomar la palabra, de probar(se) en las relaciones de fuerza que tensan todo proceso de construcción significante, historiográfico o simbólico. Porque si asumimos el despliegue de tal proceso, asumimos también los inexorables roces y fricciones propios de toda recomposición de escena, cuestiones que precisamente son las que le otorgan su valor, en tanto procura generar una escena de escritura artística que no se contenga en la confrontación de puntos de vista y en la generación de agenciamientos que tramen su propia política inscriptiva, en efecto, todo esto no tiene relación ni con la producción de objetos aislados ni con la delimitación de autonomías, sino con la operación de plataformas reflexivas, tramadas y agenciadas, que enriquezcan, por la vía de la interrogación y la transferencia enunciativa, el ahora circuito “abierto” de producción artística penquista.
Se ve claramente que ya no se trata tampoco de afirmar universos cognitivos más profundos, el “más allá” ficcionalizado que sostiene la anacrónica visión de la autonomía y la intangibilidad de la esfera artística (véase por ejemplo la reposición de la estética adorniana llevada a cabo por la curatoría de la última bienal de Sao Paulo), sino solamente de realizar una operación que revele la lógica de las articulaciones, la mecánica del lenguaje en la construcción de lo verosímil, y es que precisamente esta dinámica es la que muchas veces permanece oculta e impensada por la prepotencia de la representación construida. Operatividad y estrategia inscriptiva, el funcionamiento de la trama cultural se desarrolla de acuerdo a intereses y convenciones, de acuerdo a un modo de legitimar la producción y la transacción de los insumos culturales, son las reglas del juego, el sistema de relaciones pactadas que sostienen la ficción de las representaciones unitarias y lineales, la escritura crítica devela este campo de relaciones, y precisamente, en tanto conozca su funcionamiento, la micropolítica sobre la cual se levanta, es que podrá desplegar estrategias de posicionamiento que conseguirán inscribir redes y formas alternativas.
Así como las representaciones políticas se construyen en el despliegue de unas estrategias y complicidades, en la elaboración de tramas conspirativas que permanecen veladas a la esfera pública, lo mismo podríamos decir de la práctica artística. Para que una obra se torne visible, es necesario que se abra a un conjunto de mediaciones, que el artista proyecte una estrategia de circulaciones y complicidades, una política de legitimación. Hoy en día, el autocuestionamiento inmanente ha dejado de operar centrípetamente sobre la estructura misma de la obra (y sus lenguajes) para dirigir su acción crítica al aparataje que la rodea y decide su destino social, al conjunto de las mediaciones en que se construye su valor simbólico, artístico o cultural (J.L.Brea). La revelación de los mecanismos y funcionamientos de lo verosímil, es la potencia que permite inscribir nuevos efectos de interpretación, procura el análisis crítico y urge la inscripción de nuevos soportes discursivos. No es el más allá de la historia (propia), es su más acá, es presentar la interdependencia de los factores que la hacen posible y poner así en entredicho su autoridad, en tanto sacude la rutina de los códigos representacionales heredados e instituidos.
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